Crimen de Omisión


CONTO por: 
tadeo zuzek

Escrito eM: 
Iquitos, Perú

Los británicos llegaron arrastrándose con sus enormes mochilas a la cabaña en el medio de la selva amazónica. Subieron con esfuerzo las escaleras bamboleantes de madera y se presentaron ofegantes. Les ofrecí un vaso de água y charlamos un poco. Me contaron que acababan de llegar del vuelo directo de Londres a Iquitos y que iban a pasar 3 meses viajando por sudamérica. Era su primera vez en el continente y estaban emocionados, iban a quedarse 2 meses como voluntarios en la cabaña y nunca habían estado tan lejos de una ciudad grande.­­


La cabaña quedaba en la selva, a media hora del pequeño caserío de Moralillo por sendero, donde íbamos a buscar água potable y tomar aguardiente con los señores Juan y Oswaldo. Para llegar a la ciudad de Iquitos, donde se podía comprar comida y todo lo demás, era necesario andar media hora más hasta la ruta para tomarse el colectivo que tocaba cumbia a todo volumen mientras se sacudía por una hora en medio a la selva de mototaxis y humo.


"I guess there won't be many vegan options around here, right?" preguntó el joven de anteojos sudados. Eran veganos. Le respondí que no, pero estaba por hacerme una comida y me ofrecí a preparar un almuerzo para todos. Les encantó la idea y me puse a cocinar. Mientras lavaba las ollas en el balde de água turbia que sacábamos a diario del pozo viejo de la cabaña, ellos me contaban de su aventura desde el Heathrow (el limpito aeropuerto de Londres) hasta la selva amazónica.


Ellos se lamentaban por extrañar al sushi vegano que comían en Birmingham mientras yo cortaba los pimientos que había comprado en la feria de Iquitos, donde se hacían pilas de 2 metros de basura que alimentaban a docenas de buitres que se juntaban en la calle por la tarde. Me picaban los dedos y no entendía que pasaba. "Que pimiento más raro...", pensé. Era rocoto, una de las pimientas más picantes de Peru.


Los insectos cantaban y gritaban, un escarabacho del tamaño de un huevo de gallina volaba por dentro de la casa haciendo ruído de helicóptero y los gringos se acurrucaban dentro de la hamaca. Me preguntaron que hacía yo cuando me quedaba solo en la casa sin electricidad o agua corriente. "Bueno, esta semana me leí unos 4 libros de esa estante. El otro día jugué ajedrez conmigo mismo, empatamos. También me inventé un juego de cartas para jugar solo...". Ellos se miraban con susto.


El hambre crecía y yo iba terminando de cocinar. "Ya está casi listo!", les avisé, y empezamos a preparar la mesa. De repente, en un momento de iluminación, me acordé de algo. Disimulado, miré hacia atrás y leí el paquete de fideos. Los miré a los gringos con angustia: "Chicos, ustedes comen fideos con tuco...?". La chica me miró con candura y me dijo que sí. Me explicó con calma que los veganos solo no pueden comer nada de origen animal como carne, leche, huevos y esas cosas.


Nos sentamos todos en la mesita chueca de madera y disfrutamos un buen plato de spaghettis selváticos ultra picantes. "Finally, I was so hungry!", dijo animado el gringo mientras comíamos y charlábamos sobre viajes y comidas. En el basurero, el paquete de fideos denunciaba el crimen de omisión. "Ingredientes: harina de trigo, sal y huevos."

Vamos a charlar?

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